martes, 19 de febrero de 2008

John Rambo






Estreno: 1 de Febrero de 2008.



En una desesperado intento por revivir, y vanagloriarse de los triunfos pasados, Silvester Stallone (Rocky Balboa), pone nombre y firma a esta cinta de guión escueto y absolutamente descafeinado, en el que consigue estrellar del todo al mito creado por David Morrel, que si ya por 1982 no anduvo nada contento con la genial y éxito de taquillas, Acorralado (que es como se la llamo en nuestro país), adaptación de su novela “Primera Sangre”, no quiero ni pensar que opinara de la que clausura la saga cinematográfica bélica mas famosa del panorama hollywoodiense, convirtiéndola de un golpe en la mas pobre y gore de todas ellas, a pesar de su mas que notable y paulatina decadencia.

No voy a quitarle importancia al hecho de que Stallone sea un actor al que su época dorada se le acabo en los ochenta dando algún que otro coletazo en los noventa para dar paso a “Savia nueva”, aunque sin parecerse ni por asomo ninguno de sus pupilos, al gran maestro de maestros del genero, que junto a su querido amigo Arnold, han sido y serán por siempre los reyes del mamporro, pero el jurado de los años no pasa en balde, y el del publico tampoco, ya que se va adaptando a los nuevos cambios y a los nuevos gallitos del corral, solo los mas románticos somos los que seguimos recordando con autentico cariño los nervios de esperar a que se apagaran las luces y se abriera el telón para dar paso a nuestros actores de presencia imponente y cientos de horas de gimnasio. Pero hay que adaptarse, tal y como lo hicieron otros de épocas pasadas, para sobrevivir en la jungla del celuloide, y en ocasiones casi lo consigue, para mi la mejor interpretación de este actor, es de la que el menos orgulloso esta.

Pero no estoy aquí para juzgar su carrera profesional, si no para hablar de lo aburrida y lenta que me pareció la primera media parte de esta película, en la que se nos muestra a un John Rambo muy envejecido y al que los años no han cuidado muy bien estéticamente hablando, un Rambo huraño, silencioso y aun mas desconfiado que antes, que se dedica a capturar serpientes vivas para una atracción barata en lo mas recóndito de Tailandia, un grupo de voluntarios le pide ir de guía a Birmania y el les acompaña, no sin antes negarse en rotundo varias veces al mas puro estilo del personaje, pero finalmente una razón sin sentido y poco convincente hace que les conduzca hacia su destino teniendo algún que otro altercado por el camino, altercado que hace que parezca que la película va a tomar interés y fuerza en algún momento de la cinta. Rambo tiene que volver con un grupo de mercenarios ya que los voluntarios han sido capturados por la guerrilla Birmana, y aquí empieza un festival de sangre y vísceras que parece no tener fin en ningún momento, con un rambo mas estático que nunca debido a los años y al que finalmente se ha colocado a modo de maniquí junto a una ametralladora para aniquilar a la gran parte de enemigos que aparecen en este film de forma que el actor no tenga que molestarse en dar mas saltos y piruetas para acabar con todo lo que le rodea, todo esto siendo la menos animada por la obra de Jerry Goldsmith de lo que se ha convertido ya en el film mas carnicero de toda su carrera. Finalmente nos presenta al guerrero cansado y vencido por sus propios demonios que decide retirarse a buscar el perdón de un padre del que nunca se nos ha mencionado nada, ya que según nos había vendido su inseparable Coronel Truman, John Rambo carecía de familia…. pero para eso están las secuelas, para enmendar de cualquier manera los errores bien plasmados de películas anteriores.

Me quito el sombrero por Stallone, ya que ha intentado redimirse a si mismo tratando de dar un fin digno a los dos personajes que dieron un salto en su carrera, aunque en mi opinión el mayor error es el descuidar por completo la esencia y el estilo de cine que los hizo famosos, dotándoles de mucha modernidad y golpe frenético de cámara para tratar de no desentonar con la generación de espectador actual, pero es que los mitos no necesitan ser renovados, los mitos son como son, y han de guardar por siempre la esencia clásica, así en ningún momento nadie conseguirá desmitificarlos, y así las nuevas generaciones disfrutaran en las salas de lo que disfrutaron antaño otras generaciones.



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